Capitulo 1

Parte I
Deseas un Pecado.
Capitulo 1

Alguien estaba gritando. El chillido era tan descomunal que aunque mis oídos fueran de carne y cartílago juro que vibraban como el vidrio de un espejo. Me erguí de golpe y miré a todos lados intentando saber quien gritaba, para descubrir que era yo misma. Cerré la boca incrédula, sentí que me miraban. Era Angélica. Estaba sentada al borde de la litera estudiándome horrorizada.
-¿Se puede saber que demonios te pasa? –Se levantó del colchón con aires de princesa-. Una noche aquí y ya gritas como loca –Frunció el ceño-. Búscate un psicólogo.
Diciendo esto se dio vuelta y salió de la habitación.
Me encolerice conmigo misma ¿Por qué gritaba como una histérica? Intenté recordar que era lo que estaba soñando, se trataba algo sobre un lugar oscuro y luego… Mi mente se trabó, quedó en blanco, pero había huellas de reconocimiento muy parecidas a esas que quedan cuando borras una pizarra acrílica y se reflejan sombras de las letras que antes estuvieron allí. Esforzándome busque la escena en cuestión, era algo importante y tenia la grata impresión de que debía recordarlo. Susurros desconocidos vinieron a mi memoria.
«Este no es tu lugar. No perteneces. Huye… Huye corderito»
Luego hubo una risa particularmente grotesca.
«Olvida las tentaciones»
Se me pusieron los pelos de punta, en realidad no tenia razón para asustarme ya que había sido un sueño. Pero, de nuevo tenía a sensación de que había algo importante que estaba escurriéndose de mis manos. De pronto, los susurros se detuvieron, y sentí un leve pinchazo en la cabeza. La tomé entre mis manos, hubo un conjunto de imágenes indescifrables que pasaron a toda prisa por mi mente, muy rápido, muy fuerte, quería que pararan. Rogué a Dios que pararan, y pararon.
Luego nada.
Miré a mi alrededor ¿Cuándo me había despertado? Extrañada revisé la litera de Angélica y ella no estaba allí. Arqueé las cejas, no había escuchado la cama cuando se había levantado, era curioso yo tenia el sueño de un gato, al mas mínimo movimiento me despertaba.
Conocía a Angélica hace un día. La dama de llaves me había traído a esta habitación para pasar el resto de los siguientes ocho años en ella. Ahora era mi casa, mi hogar provisional y si me gustaba o no a nadie le importaba. Angélica era una chica de veintiún años con un espeluznante hobby. Le gustaba coleccionar arañas. Yo las odiaba totalmente, el hecho de que tuvieran mas ojos y pelos que cualquier otro insecto sin tomar en cuenta sus patas hacían que me dieran una repulsión atroz, pero no las mataba, ellas no tenían culpa de mi miedo. Hablando de miedo había otro problema.
El día anterior desperté cuando alguien me ofreció entrar por un corredor bastante desconocido. Miré a la persona a mi lado y empecé a negarme a entrar. Pronto me llevaron varios hombres a través de un conjunto de puertas enrejadas, hasta el lugar donde se encontraba el director. Él me explicó que yo no podía salir de allí durante ocho años enteros porque yo era algo totalmente absurdo.
Una asesina.
Por supuesto mi negación fue absoluta, es más me eche a reír. Claro me detuve inmediatamente cuando me pusieron el video del juicio. Yo estaba allí de pie, mientras el fiscal me acusaba de homicidio y el demandante era mi padre. Mi padre. El segundo ser que mas quería además de mi madre, el hombre que jugaba Zelda conmigo siendo una niña, aquel que celaba a su hija cuando salía con su nuevo novio Mike, estaba allí acusándome de matar ha…
-Maritza Villa Nove –Dijo el director con un tono seco y frío, parecía que hablaba del sol de cada día en vez de un asesinato-. Su hermana.
-Eso es imposible –Fue lo que respondí.
Yo no mataría a mi hermana gemela ¿Era eso posible? Ni siquiera en otra vida. Yo no quería del todo a mi hermana, es mas, la envidiaba, ella siempre tuvo el cariño eterno de mi padre, la mejor parte de todo, siempre el mejor lugar de la mesa, la parte de la comida mas jugosa y eso solo hablando de cosas sencillas ni que decir de lo demás en mi vida. Ella era un artista, yo era la niña tonta adicta a los videojuegos. Ella era la mas hermosas, yo estaba muy rechoncha y no ponía del todo cuidado a mi imagen, ella era carismática, a mi me costaba mantener una conversación en publico sin desmayarme. Y…
Bueno para que seguir.
Rato mas tarde leí la sentencia. Cargo de homicidio voluntario, ocho años en el reformatorio Tenebrarum –El cual era un nombre bastante extraño- y luego quince años de trabajo al gobierno de forma voluntaria. Toda mi vida, seria regalada. Maldita sea.
Eso no era un problema, el problema es que yo no recordaba absolutamente nada. Miré el video unas cuatro veces. Yo estaba allí, en ese juicio pero mi mente no. Nada de eso podía ser real. Primero que todo ¿Mi hermana muerta? ¿Por mi? Imposible, de solo pensarlo se me helaban los huesos y las lágrimas amenazaban con salir.
Imposible.
Imposible.
Imposible.
Seguí repitiéndome el mismo mantra. Yo no había asesinado a mi hermana, lo recordaría, y jamás le hubiera echo daño en forma voluntaria. Esto había sido un error, pero nadie me creería. Mi hermana no estaba muerta, punto.
Pero… ¿Por qué mi padre me inculparía?
Él era un hombre honesto después de todo...
Las lágrimas comenzaron a caer.

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