Capitulo 2

Capitulo 2

Durante un segundo me quede de pie petrificada en la puerta rectangular y cutre de madera frente a mí. Respiré profundamente y me puse derecha, era hora de comenzar esta nueva vida.
Cuando estuve a punto de tocar la puerta el miedo volvió a surgir en una enorme avalancha. Tal vez podría inventarme una nueva enfermedad crónica, algo como derrame ocular terminal, o algo parecido, tenia pruebas, mis ojos estaban de un rojo enfermizo, daño colateral ocasionado por dos horas en el baño llorando. El mundo me había quedado muy grande.
Quise dar marcha atrás y luego recordé que debía tener mi frente en alto y luchar contra estas personas que deseaban engañarme.
Ellos carecían de pruebas, no tenían nada para inculparme por un crimen que era un potencial de chistes del año.
Los montajes de videos existían, hasta un niño podría hacer uno. Había visto Harry Potter lo suficiente como para que quedara claro eso. Todavía me impactaban los dragones del Cáliz de Fuego. Los papeles podrían falsificarse. Hacer la supuesta firma de un Juez y recrear un sello del sistema judicial, hasta el papel sellado podría robarse. Todo esto era una trampa para retenerme secuestrada, punto. Tal vez facciones terroristas, o tal vez alguna secta religiosa. Es mas, podría hasta creer que fuera una aducciòn alienígena con tal de no aceptar que había asesinado a mi hermana.
Toqué la puerta.
Unos segundos mas tardes abrió un hombre bastante bajo de estatura, era rechoncho y le faltaban al menos dos millones de hebras capilares. Estaba canoso y su piel parecía mas a la de un caimán que a la de un ser humano, reseca y gris. Aquellos ojos color almendra me estudiaron con perspicacia. Estaba vestido con unos pantalones negros de vestir y una franela ligera y manga larga de color blanco, no llegue a ver sus zapatos.
—Se le agradece por su tardía presencia –Señaló el hombre rechoncho, con una voz monótona y frágil—. Entre en el salón, seré amonestado por mantener una conversación en esta área dentro de las horas estudiantiles –Él levantó su mirada hacia el techo, yo le seguí en el gesto, estudie con tristeza y sorpresa las cámaras de vigilancia que sobresalían de el—. Seria bueno que entrara.
Abandonando mis ultimas resistencias y a punto de sufrir un colapso nervioso, bueno, tal vez en eso ultimo exageraba un poco, pero tenia bastantes nervios como para llenar una multitud. Traspasé el umbral estudiando con cierta curiosidad la próxima celda horrorosa que seguro me esperaría.
Claramente no me esperaba eso.
La habitación era un salón particularmente normal que, aunque carecía de personalidad en comparación con el resto del edificio era bastante bonito. Tenía algunas carteleras informativas, una lámpara con forma de araña un poco obsoleta en el techo y paredes pintadas de un uniforme y perfecto blanco marfil, el resto era igual a los de una propia sala educativa; pupitres, escritorio, estudiantes y ventanas. Claro la diferencia era que las ventanas estaban, al igual que en el resto del edificio, selladas con placas metálicas. Eso me atemorizaba bastante, pero por ahora había algo mas importante, los estudiantes. Veinte rostros vueltos hacia mi, veinte rostros hermosos y perfectos tan parecidos a los retratos de ángeles en las iglesias que personalmente esperaba que echaran a volar en cualquier momento. Esto no era lo que me esperaba, imaginaba montones de jóvenes llenos de tatuajes, piercing y fumando heroína, guiñapos totales. En lo absoluto me imaginaba dioses de Hollywood de esos que esperas que hagan una película de héroes o dioses griegos. Pronto descubrí que tenía la mandíbula caída. La cerré intimidada.
—Esta es su nueva compañera, por favor trátenla como en casa –Explicó el profesor caimán o como sea que se llamara. Él se sentó en su escritorio y se me quedo mirado en espera.
Entendiendo la indirecta estudié el salón buscando algún puesto fuera del alcance de las miradas curiosa que normalmente te esperas cuando eres la nueva en un lugar. Encontré un pupitre, estaba al lado de una chica pelirroja que me observaba con una expresión bastante extraña. Tenia esa mirada, esa que ves en los programas de Animal Planet, donde una gacela esta a punto de saltar sobre un antílope. Por alguna razón ella parecía esa gacela. Y eso no me gustaba.
Eche a caminar hacia ella, me volteé hacia los demás del salón mientras pasaba por sus lados, todos me estudiaban con la misma intensidad, la misma hambre y la misma sonrisa de triunfo que verías en un ganador a la presidencia, en lo absoluto en jóvenes de diecisiete y veinte años.

La clase en particular fue bastante monótona. El profesor intentó explicarnos la definición de escabinos, juez, y hechos lícitos e ilícitos. Se desviaba del tema cada medio minuto para amonestar a los demás estudiantes, yo prestaba atención, ellos por su parte hablaban o hacían aviones de papel y los tiraban, parecían totalmente los típicos chicos juveniles, tal vez lo de antes solo lo imaginaba. El problema es que nadie normal entraría en un lugar donde falsificaban pruebas judiciales.

El timbre sonó y estuve tentada a huir del salón. El profesor se puso de pie, tomo su escuálido libro y se largo del lugar en un abrir y cerrar de ojos. Antes de hacer mi propio acto de escape alguien se colocó frente a mí.

—Hola Paola, mi nombre es David –Sobresaltada estreche su mano la cual me había ofrecido con bastante gusto.
Era un joven alto y demasiado hermoso para mirarlo. Tenía una tez de color marfil dorado y unos ojos grandes azulados tan profundos que hasta el cielo podría envidiarlos. Era delgado, en absoluto esquelético, si no delgado en el punto, con brazos fuertes y músculos sobresalientes. Su cabello era de un negro azabache y caía en ondas tras sus orejas. Hasta el pequeño lunar ubicado cerca de sus carnosos y rosas labios era perfecto. Demasiado perfecto para ser real. Y mas irreal era su mirada hambrienta y desesperada, esa que me hizo tener recelo desde ese momento.
—Un gusto David –Fue lo único que respondí, punto. Carecía del deseo de ser descortés, pero en realidad mi propia timidez complicaba las cosas, y más ante tanta belleza.
El ignoró mi drama por completo, sonrió con unos blancos y extremadamente brillantes dientes.
—¿Deseas conocer el resto del lugar? Podríamos ir los dos juntos al comedor y te enseñare el resto del edificio en el proceso –Sus ojos brillaron con la expectativa, aunque su voz era amigable y preciosa. Había algo que no cuadraba en todo esto. La gente como esa no se acercaba a gente como yo, regordetes, feos y mal ubicados. Pero ignorando una pequeña vocecilla dentro de mí que me instigaba a negarme decidí aceptar.
—Claro –Dije.
Esa decisión fue el comienzo de todo.

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