Capitulo 3

Capitulo 3

Salimos a recorrer lo que algunos ciegos podrían llamar pasillo. El lugar estaba bastante desgastado y exageradamente abandonado. Podría decirse que hacer una película de terror en el supuesto reformatorio Tenebrarum seria una buena idea. La fachada de los muros carecían de pintura, el techo raso tenia esos colores marrones verdosos típicos de un edificio sin mantenimiento y el suelo aun siendo de baldosa, parecía haber sido creado en una compañía de desechos orgánicos, sucio y de un marrón amarillento espantoso. Las puertas metálicas se encontraban llenas de oxido y las de maderas estaba desgastadas y maltrechas. Todo un gran lugar para vivir, si claro.
—Este lugar es espantoso –Murmuré entre dientes. Llevábamos unos dos minutos de caminata y ya quería salir huyendo.
David soltó una risilla seca –Con el tiempo dejaras de notar la imagen de calabozo que tiene este lugar –Me estudió de reojo—. Recuerda somos prisioneros, no campistas.
En eso tenia un punto.
—Lo olvido a veces.
Mientras caminábamos me iba explicando sobre el interior de cada habitación. Enfermería, lugar de trabajos, sala de limpieza, sala de música; la cual tenia un piano y dos violonchelos, sala de carpintería, sala de juicios (Teatrales), salones de clases, laboratorios y algunas otras categorías que jamás se me ocurrió que podría haber en un sitio tan horrible, como por ejemplo una sala de ballet, y una de jardinería. A esa deseaba entrar.
—Solo es posible los fines de semana, y solo si te inscribes en la clase –Me explico él cuando le informe sobre mi deseo de entrar en jardinería—. Estamos en el día miércoles.
Variedades de salones especiales y tantas personas pasando a nuestro alrededor fracasaron en liberarme de la sensación de encierro. Las ventanas con piezas metálicas sellándolas ayudaron a aumentar mi nerviosismo. En esos momentos estudiaba con cierta ira a una de las tristemente selladas ventanas, David pareció darse cuenta de mis oscuros sentimientos.
—Todos tenemos el mismo problema. Estamos deseosos de ver la luz del sol, salimos cada fin de semana una hora al patio del lugar. Se encuentra cercado con alambrada, pero al menos logramos ver el cielo azul.

Su tono era de autentica nostalgia, pero su mirada contradecía sus labios.

Me sentía tan incomoda a su lado que podría haber estado hablando con Jack el destripador.
—Claro –Le corté de una.
El obviamente no entendió la indirecta, en cambio se acercó a mí, lo suficiente cerca como para violar el espacio personal que existe entre dos personas desconocidas.
—Tal vez deberías empezar a sentirte más cómoda –Susurró en mis oídos. Me sobresalté, estaba rosando sus labios en mi oreja—. Acércate más pequeño corderito…
Sus labios dieron un húmedo beso en la punta de mi oreja. Roso con sus suaves dedos la desprotegida piel de mi rostro y el calor que sentí en mi cuerpo fue bastante sorpresivo. Debí separarme de él, empujarlo, darle un puntapié en su zona baja y echar a correr gritando como una histérica, era un acosador y eso era la reacción normal de una persona en sus cabales. El problema, era que sentía una atracción suficiente intensa como para desnudarme ante él en ese momento si me lo pedía, y por alguna razón tuve el presentimiento de que él lo sabía. David parecía dispuesto a besar mis labios. En mi mente una vocecilla gritaba que debía escapar, llorar, golpear, gritar, jamás acercarme a él, morir antes de permitir que me besara ¿Era tan horrible que me besara? Claro que no, el sida no se traspasaba de esa manera que supiera, ignore mi subconsciente y permitir que la avalancha de sensaciones y éxtasis que en ese momento me inundaba siguiera poseyéndome, aprovechándose de mi debilidad. Los cabellos de mi piel se pusieron de punta, mi mente daba vuelta casi provocando vértigo, David se acercaba a mis labios. Él tenía una mirada de triunfo, mi mente gritaba… Huye, huye, huye… Pero jamás podría hacerlo, porque estaba atrapada al igual que el cordero siendo acorralado por la gacela…
 Y entonces lo escuche…
El suave y a la vez fuerte, hermoso y adorado sonido del océano. Ese golpeteo de las olas al romper y chocar con su propia superficie, millares de pequeñas y brillantes burbujas explotar rápidamente, realzando los sonidos del agua convirtiéndose a la vez en relajante y ensordecedor. Yo amaba ese sonido, por ello viajaba todos los días al mar, y allí estaba en ese lugar tan horroroso.
Entonces todo terminó, la prisión en mi mente se esfumó, como los miles de copos llevados por el viento  de un diente de león. Se había desvanecido la atracción, el deseo lujurioso y el calor de mi piel, dejando tras la sensación de haber sido engañada y estafada. Manipulada. Ahora que pensaba con cierta claridad, deseaba golpearme contra los muros por haberme dejado llevar, en vez de luchar contra sea lo que sea que me había sucedido. Pero, debía mantener el control y despachar a David. Él muy acosador había perdido el juego.
Levanté la mirada hacia él, mientras me alejaba de su cuerpo, el cual estaba muy cerca del mío, pero, lo que observé me asusto. Su mirada estaba llena de odio, sus facciones se encontraban contorsionadas por la ira, la belleza ahora era horror, y estuve a punto de gritar cuando en un parpadeo, todo eso había desaparecido, y había sido cambiado por su común expresión amable y cariñosa. Ahora me estaba volviendo loca, nada de esto podía ser producto de una mente saludable, tal vez los sucesos del día me estaban costando caros.
—Lo siento – Susurré entre dientes—. Nada de esto debió haber sucedido.
Y eso era verdad, hasta el propio David parecía apoyarme.
—Si. Tienes razón. Pero te gustó bastante ¿Por qué razón te has detenido?
—Esto… —Ahora volvió mi estúpida timidez delante de las demás personas—. Yo… Escuche el océano… —Además de que odio que me llamen corderito, y obviamente eres un acosador. Eso por muy triste que sea jamás lo diría—. No m—me gusta lo que paso –Obviando el echo de que yo era una chica decente que había luchado toda su vida contra el besarse o hacer otras cosas mas intimas con completos desconocidos.
Su mirada se escureció por un efímero segundo y luego volvió a la normalidad. O tal vez era mi propia y retorcida imaginación.
—Él océano no existe –Dijo con un tono fuerte y amenazador—. Debe ser tu mente jugándote una broma, estamos en medio de la nada…
Le iba a decir que si quería hacerme pasar por loca se podía ir al demonio, cuando alguien gritó mi nombre. Volteé hacia la voz, para ver un chico de piel canela con un toque dorado, metro setenta como mínimo y un cabello rubio que claramente no era natural. Se acercaba a mí casi corriendo y jadeaba de cansancio. Mi único pensamiento fue sobre la variedad de locos que habría en este lugar.
Él llego hasta nosotros y me agarro firmemente el brazo derecho.
—Paola. Gracias a Dios, hace rato que te busco. Debemos ir a comer, ya casi termina el receso y pronto debemos volver al salón –Él me dio una intensa mirada de esas cargadas con complicidad. Intentaba apartarme de David, quería ayudarme.
—Si, lo siento me entretuve un rato –Le guiñe un ojo y eche a caminar con él a mi lado.
Por unos segundos nos mantuvimos marchando por el pasillo en línea recta. Agarrados el uno al otro. Mis tentaciones hicieron acopio en mí y volteé a ver David. Él se encontraba de pie mirándonos, había un brillo de odio en su expresión, pero creo que era mi propia mente de verdad haciendo jugarretas. Unos cinco o seis chicos y chicas se acercaron a él y lo rodearon. Todos empezaron a hablar en susurros. De seguro había echo una apuesta con sus amigos, podría ser que tratara simplemente de manipularme y burlarse de mi, como una broma por ser la chica nueva. Pero, en lo profundo de mi mente tenia el presentimiento de que había un secreto mas peligroso detrás de los anteriores sucesos.

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