Capitulo 4

 Capitulo 4

Mi Jesucristo personal iba riéndose de una manera silenciosa, mientras rosaba mi mano con la suya que, aunque era bastante accidental mi cuerpo reaccionó instintivamente. Me aparté un poco de un modo sutil. Él se dio cuenta de mi brusca reacción.
—No tengo ninguna enfermedad venérea o infecciosa –Dijo que una expresión seria–. Te lo juro.
Yo como usualmente me sucedía, me sonrojé.
—Eso… Eso ca—carece de irrelevancia. T—t—tengo la costumbre de no acercarme demasiado a la gente –Fruncí el ceño, mientras me rosaba los labios con el dedo índice—. Gracias… por, por sss—sacarme de ese… lio –Estúpido tartamudeo infantil.
Parecía que al chico a lado mío, alias mi Jesucristo personal le hacia gracia la situación. Se rosó la barbilla y frunció el entrecejo como si calculara los componentes moleculares del planeta. Muchos procesos mentales se deslizaron por su mirada, al final sonrió de un chiste no contado en voz alta y me miró.
—Cualquiera pensaría, que, en vez de rescatarte del mejor beso de tu vida, lo hubiera echo de Paris Hilton con una motosierra.
Imaginarme a Paris Hilton con su excesivo maquillaje, un vestido bastante descotado y el reciente manicure cargando una motosierra y colocando una expresión de sádica asesina fue lo suficiente desconcertante para que me echara a reír.
—Huy –Me doble en dos intentando detener las carcajadas.
Jesucristo también sonrió, aunque su mirada fue seria y pareció molesto con algo que solo él sabía.
Mientras reía igual a las locas de televisión, agudice mi vista y lo escaneé por completo.
Llevaba puesto una camisa de algodón blanca muy vista en las tienda de Ovejita, mas un pantalón de Jeans azul oscuro desteñido sin adorno alguno y unos zapatos deportivos negros. Era alguien esbelto, pero, no de esos que veías dos horas diarias obsesionadas en un gimnasio, sino alguien que ha trabajado al sol mucho tiempo mientras el sudor baja por su piel. Tenía la firmeza no exagerada de los músculos y el suave bronceado en la piel. Pero lo que de verdad lo marcó como alguien a quien podría describir ante cualquier persona, fue las facciones en su rostro, firmes y duras, esa mirada que aunque ahora se veía amigable, en cualquier momento cambiaria a una peligrosa, había una vejez precoz en ella, como de personas que han vivido mucho mas de lo que demuestra su edad.
—Al menos ahora se que eres capaz de reír –Dijo él sacándome de mi acosadora ensoñación.
Estábamos en un pasillo largo que parecía infinito. Había una puerta con cromos de animalitos frente a nosotros que de pronto me dejó desconcertada ¿Cómo demonios había llegado eso allí? Y luego me di cuenta de algo más raro, el sonido del mar había desaparecido ¿Habría de verdad estado imaginándolo? A mi vino una vaga imagen de mi madre diciéndome “Cuando alguien ve y escucha algo que los demás no pueden, es hora de visitar al colchón”. Claro, el colchón era la camilla donde te amarraban dentro de un psiquiátrico. Sentí un estremecimiento, no me estaba convirtiendo en una loca, punto. Volviendo a la extenuante realidad, señalé la puerta. Jesucristo (Chico de mirada muy madura) Se volvió hacia la puerta, ladeando la cabeza.
—¿Qué sucede? No veo el problema –Luego se colocó la mano derecha en la cintura y empezó a mover el dedo índice de arriba abajo. Era un gesto tan adulto que me encontré pensando en gritar “Allí, allí esta mira ¡Son animalitos!” como una chiquilla que intenta explicarse.
Borré la absurda escena de mi mente.
Encontrando mí voz entre tantas carcajadas (Las cuales empezaban a menguar) me enjuagué las lágrimas que se habían escapado de mis llorosos ojos.
—¿Es que no te parece de lo mas inquietante una puerta cromada en este lugar salido de una pesadilla? –Pregunté sorprendida. Ya el momento de histéricas carcajadas se desvaneció. Jesucristo se volvió hacia mí arqueando una ceja.
—¿Qué tiene de Inquietante? –Parpadeando. Él parecía de verdad desconcertado.
Sentí que mi mandíbula amenazaba con caerse. Estábamos dentro de un edificio cuyo techo estaba podrido, las puertas oxidadas y maltrechas, el suelo amenazaba con causarte nauseas y él no veía nada Inquietante en una puerta cromada multicolor con animalitos infantiles que verías en un pediátrico.
—Tienes que estar de broma –Farfullé como una tonta.
Él me observó por un momento y luego la comisura de sus labios se levantó sutilmente.
—En realidad la primera vez que vi esta puerta estuve desconcertado por lo inesperado tomado en cuenta la imagen de este lugar –Espantó una mosca imaginaria con la mano—. Pero con el tiempo me di cuenta que aquí hay cosas bastante… —Pensó un momento en como clausular—. Inquietante –Dijo al fin.
Yo lo fulminé con la mirada. Me sacudí un también imaginario polvo de mis pantalones y empecé a caminar hacia quien sabe donde.
—Disculpa —Dijo el acercándose—. Como veras soy muy propenso a las burlas.
Estaba a punto de decirle que podía ir a burlarse de su abuela Petra cuando me di cuenta de algo. Había conversado con él sin problemas, eso sucedía solo cuando conocía a la persona con bastante tiempo, además, me daba (Sin siquiera saber su nombre) un ancla a la realidad, una confianza abrumadora que  era desconcertante. Este lugar apestaba, sentía que todos estaban en mi contra, menos mi Jesucristo personal (Al cual le preguntaría el nombre), como si estuviera charlando con un viejo amigo de la infancia en vez de con una persona que acababa de aparecerse en mi vida.
Me detuve abruptamente y Jesucristo patino antes de pararse. Levanté mi mano derecha frente a él y puse mi mejor sonrisa.
—Mucho gusto soy Paola Villa.
Él por un segundo pareció totalmente perdido. Luego me guiño un ojo pícaramente.
—Mucho gusto –Dijo con voz cantante tomando mi mano derecha con la suya—. Soy Javier Noral.

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