Capitulo 5

 Capitulo 5

Javier y yo caminábamos por el pasillo infinito hacia el comedor. Según (Me estaba explicando) tendríamos treinta minutos todavía para desayunar. En ese momento era apenas las nueve menos un cuarto de la mañana.
—La comida gratis es horripilante –Explicaba con aires de profesor—. Huele a leña cocida y sabe a trapos hervidos –No quise preguntar si había comido trapos hervidos como para que pudiera hacer semejante comparación—. Normalmente solo es sopa, sopa y a veces… —Se tomó la barbilla entre las manos mirando hacia el techo en una ridícula pose de hombre pensador.
—Sopa –Culminé.
El asintió.
—Si muchas veces también sopa –No pude evitar blanquear los ojos—. Pero si trabajas en las horas libres, las cuales normalmente son de tres de la tarde hasta las seis te darán unos kiper.
Lo miré confundida.
—¿Qué demonios son Kiper?
El chasqueó los dedos.
—No deberías invocar demonios. Tal vez te coman los ojos –Aun cuando estaba bromeando sentí que me estremecía, obviamente él no lo notó—. Los benditos Kiper esos, no son más que unos pequeños boletos con los cuales puedes comprar comida, ropa y a veces productos higiénicos que no huelan a perro húmedo. Mediante trabajas como una esclava ganas kiper, que seria igual a que te pagaran con dinero real –Cruzamos hacia la derecha hacia otro pasillo infernalmente largo—. Hay trabajo de limpieza, entretenimiento y administración. Estos últimos solo sirven para graduados en la carrera.
»Limpieza es servir de obreros en todo el edificio. Entretenimiento trata de personas que organizan actos culturales o musicales para mantenernos cuerdos en este lugar. Esos dos pagan muy poco, pero, el horario es ligero y con eso puedes comer algo más que basura digerida.
Empezábamos a subir unas escaleras de cemento. Me di cuenta que las escaleras que bajaban al piso inferior tenían unos enormes barrotes con candados. Pregunté sobre eso a Javier, él cual me respondió entrecerrando los ojos.
—Estamos en el segundo piso, el área de clases. No podemos bajar al primero como te abras dado cuenta, tampoco a planta banda, donde se encuentran las únicas salidas además de las ventanas que son bastante cerradas –Señaló una de las selladas ventanas.
—Pero… ¿No tenemos salida los fines de semana entonces? –Me imagine sin poder ver la luz del solo por ocho años. El pensamiento fue horrible sentí que la sangre se me congelaba, me volvería loca si no lograba salir tan siquiera por unos efímeros segundos.
Javier asintió.
—Claro que si —Repuso—. Hacia el final de este pasillo –Dijo señalando lo que parecía un túnel infinito por donde habíamos estado caminando—. Hay una cutre puerta, esta se abre solo los fines de semana durante una hora entera. Da a un enorme espacio abierto el cual tiene cercado eléctrico, pero es bastante amplio. Tiene cancha, sala de recreación y una buena vista…
—¿Y el jardín? –Mi voz sonó algo afónica ¡Un simple espacio con canchas! Gritaba mi mente ¡Tengo que salir de aquí!—. ¿No Hay un Jardín?
—Eso esta en el otro pasillo al final. Solo puedes ir si te inscribes a la clase –Subimos unos cuantos escalones mas—. Es buena clase, te da una pequeña ilusión de libertad.
No le tenía suficiente confianza a Javier como para preguntarle porque no intentaba salir de aquí. Él parecía triste, como si deseara que la «ilusión de libertad» se convirtiera en algo más que un sueño. Pero podría ser una mentira, una treta para hacerme caer en una trampa. Debía tomarme esto con bastante cuidado, pero, aunque tenia miedo de confiar, necesitaba a alguien con quien desahogarme, y por el momento Javier era la única persona medio normal que conocía en Tenebrarum.
—Este lugar es patético, no entiendo porque debe ser así— Mi tono era lastimosos, como el de alguien que había llorado por horas, claro eso mismo había echo—. Desearía salir…
Javier se detuvo de golpe.
—No digas eso. No digas que quieres salir… Aquí la gente actúa mal. Es todo muy raro y… —Tenia un ligero tono de miedo en la voz—. Debes tener cuidado y no confiar en nadie.
Siguió subiendo las escaleras.
—A mi me das confianza –Dije de pronto. Llegamos al tercer piso. Vi por el rabillo del ojo que el sonreía.
—Error –Replicó.
—Exactamente –Admití. Era un bendito error pero igual me aligeraba mucho la presión del día. Casi deseaba contarle a Javier todo lo que me había pasado, pero como él decía, confiar era un error.
Llegamos al tercer piso y por un momento tuve el intenso deseo de lanzarme escaleras abajo corriendo como si me persiguiera el diablo. Los años pasados como la chica tímida y excesivamente torpe volvieron a mí con tanta potencia como un tornado en pleno auge. El lugar estaba atestado de gente. Jóvenes (Particularmente lindos) en las paredes afincados, algunos con los pies pisándolas (Lo cual es bastante valiente considerando lo horrible de estas) formando un numero cuatro con las piernas y fumando, otros con algunas mujeres en una posición con el objetivo de realizar actos reservados solo para adultos y algunos (Muy pocos, ya que la mayoría se iban con los actos solo para adultos) sentados mirando al techo como si esperaran que de pronto cayeran barras de chocolates y marihuana. Había entre veinte y treinta personas. Todos vestidos con franelas o blusas blancas y jeans azules, todos haciendo diferentes cosas, viviendo sus mundos, pero cada uno de ellos tuvieron la misma reacción, en el preciso momento en que pasamos a su lado se nos quedaron observando con una escalofriante mirada indescriptible.
—Necesito un baño ¿Hay alguno por aquí? –Le pregunté a Javier cuando cruzamos por una esquina dejando atrás a la mayoría de nuestros amigables compañeros.
—No hay baños pero puedes intentar aquí— Dijo señalando un rincón entre el cruce y una enorme puerta marrón maltrecha. Yo lo fulminé con la mirada.
—Bromeas.
—En lo absoluto –Su expresión era tan mortalmente seria que por un momento pensé que tendría que lanzarle una bofetada pero luego sus ojos se volvieron risueños—. Esta bien me perderé el espectáculo –Se encogió de hombros con suma tristeza.
Sin razón aparente me acorde de la canción de Pimpinela que decía: « ¿Porque no puedo ser feliz…?» Casi escuchaba los pensamientos de Javier diciendo lo mismo.
—Pervertido –Fue lo único que se me ocurrió decir. Pero la situación casi me hace reír como una idiota de nuevo.
—En esta puerta— Dijo señalando la compañera del rincón. Se abre un pequeño pasillo. Tres puertas mas allá esta el de damas. Si deseas te puedo esperar…
—Sigue tu curso, igual debo ir a comer luego.
Él me observó por un momento, calculando algo que para mí era totalmente desconocido. Pasaron unos segundos antes de que Javier se suspirara.
—Sigue por aquí recto hasta el cruce, eliges el camino de la derecha, a la segunda puerta esta el comedor. No entres a la primera porque es la cocina, y se molestaran mucho si los interrumpes en su… Acto –No capte bien lo de «Acto»—. Recuerda que no queda mucho de receso.
Diciendo esto echo a caminar hacia el comedor. Mientras yo iba al baño.