Capitulo 6

 Capitulo 6

A veces he escuchado historias que parecían totalmente absurdas. Personas que chillan de histeria movidos por una imagen que solo ellos pueden ver. En esos momentos inconexos donde la mente humana pierde la claridad, y el límite o la línea que divide lo imaginario de la realidad se difumina creando un mundo hibrido donde las leyes del mundo físico y la anarquía del espacio mental chocan entre si, haciendo que la persona queden como un simple y a la vez complejo orate. En tiempos anteriores, cuando apenas iba al liceo y solo pensaba en mi próxima película al cine, o tal vez en que mi novio Mike no le gustara la blusa nueva que había comprado, la seriedad con que me tomaba el asunto de las personas con un juicio mental dudoso era inexistente, siempre he creído que ellos no tenían solución, que no tenían que ver con una chica a la que habían llamado Paola Villa en los registros civiles de la Nación. Todos eran unos pobres locos sin derecho a expresar absolutamente nada, porque su mente se había ido de paseo y nada que ellos dijeran era racional. Este día cambio mi manera de pensar. Era eso o aceptar ser una marginada irracional como los demás.
Cuando entré al baño de damas trastabillé por la sorpresa. En vez de ser el cuchitril asqueroso lleno de un inmundo olor a orina vieja que me había imaginado, era, un lugar bastante limpio, con las paredes de baldosas blancas pulidas, el suelo color caoba brillante y un olor a desinfectante que te impregnaba las fosas nasales. Había un lavamanos que se encontraba demasiado limpio para ser normal (De esos que limpias cada día como si te fuera la vida en ello) y un espejito de tamaño mediano guindando de un clavo colocado sobre el lavamanos en la pared, dentro de una rendija entre las baldosas. Necesitada fui a utilizar el sanitario.
Me encontraba pensando que debía haberle dicho a Javier que me esperara (el hecho de que me avergonzara que un hombre se encontrara esperándome fuera del baño de damas carecía de relevancia cuando estabas en un lugar desconocido por ciertas razones totalmente absurdas),  cuando fui a lavarme las manos y vi mi reflejo en el espejo. Casi solté un grito de pánico, parecía salida de un festival gótico; Me encontraba pálida y ojerosa, con los ojos rojos de tanto llorar, y el cabello echo un desastre desgreñado. Juro que podría haber un nido de pájaros en ese cabello. Intenté casi en vano peinarme un poco, y luego abrí el grifo del agua. En el momento que el agua cristalina toco mi piel, todo y cada uno de mis cabellos se pusieron de punta, como si repentinamente algún proceso corporal se los hubiera ordenado a la vez. Sufrí un sobresalto y una necesidad anhelante de salir de allí me ahogo en cuestión de segundos. Quería echar a correr, eso era todo, y sin razón aparente un pensamiento se coló en mí.
“Huye corderito”
—Muéstrate –Dije, y cerré la boca, lo había dicho sin querer, aunque si lo deseaba, no entendía el porque.
Miré mi reflejo, y esta vez el sobresalto fue directo en mi corazón, los latidos aumentaron hasta casi doler, el miedo se coló con suficiente fuerza como para ser palpable, y suaves jadeos sobresalieron desde mis labios.
“Huye corderito”
No podía dejar de mirar la imagen que seguramente protagonizaría mis pesadillas de por vida. Millones de mi peor miedo tras de mi apareciendo como plagas.
Arañas, asquerosas y grotescas. Sobresalían desde los baños y caminaban por las paredes, el numero era infinito, aun contándolas (Si tuviera suficiente calma mental para hacerlo en esos momentos) no lograría calcular cuantas eran en total. Se movían de un lago a otro hasta el límite del techo y allí se acumulaban mientras mas subían desde los sanitarios. Parecían danzar una música inexistente, en la penumbrosa habitación.
Estaban frente a mí, lo cual en realidad seria a mis espaldas, los sanitarios, la puerta…
“No se muevan”.
Baje los ojos a mis temblorosas manos para apartarlas inmediatamente, el agua cristalina ahora era de un color verde oscuro, amarillo y rojo. La primera descripción que se me vino a la mente, fue una liga de vomito con sangre brotando desde el grifo. Oh Dios, mis manos estaban impregnadas de eso. Las limpié con la tela del pantalón, mientras estudiaba una inmaculada pared frente a mí y un reflejo que decía totalmente lo contrario. Al menos las arañas estaban bastante lejos. Me volví hacia la puerta e impulse un pie hacia ella. En ese momento tuve al atrevimiento de observar el espejo y con creciente horror pude darme cuenta que en el momento que di el paso vacilante, las arañas comenzaron a caminar por el techo hacia el lavamanos.
Me di la vuelta como en un acto reflejo inundada por el asco y el miedo, para encontrarme con un baño de lo mas inmaculado. Estaba limpio, no había ni pista sobre la existencia de alguna araña. Casi sonriendo por el alivio, y sintiendo el corazón a punto de cometer record en pulsaciones, volví a estudiar el espejo. La calma fue en vano, en el reflejo la pesadilla seguía en pie, y el vomito seguía cayendo del grifo. No pude aguantar mas, corrí chillando hacia la puerta. La abrí de golpe y la cerré de la misma manera. El corazón me martillaba y un dolor punzante de cabeza no ayudaba con mi miedo. Me aparté de la puerta y corrí hacia el pasillo. Juraba escuchar los millares de pisadas detrás de mí, y no pude volverme. Corrí como alma que lleva el diablo hacia…
“¿Derecha o izquierda? ¿Derecha? ¿Izquierda?”
Estaba a punto de echarme a llorar y gritar como una histérica. No recordaba cual era la dirección al final del pasillo, así que tome la derecha por acto instintivo ¿era la primera puerta? ¿La segunda? ¿Cuál era? Abrí la segunda adivinando, entre casi en carrera y la cerré de sopetón. Luego incline el cuerpo en ella y me abracé a mi misma.
Eso no había sido real, era producto de una mente estresada, llevada al límite por cuestiones difíciles. La supuesta muerte de Maritza, el creciente miedo por ser una asesina, el acoso de David…
Había un montón de gente mirándome.
La curiosidad de unos veintes o treinta estudiantes, presos, secuestrados o lo que fueran me intimidó por un momento, así que solo estudié el lugar, evitando mirar detenidamente a nadie en particular. Me encontraba dentro de una habitación muy parecida a un almacén que no tenia nada en absoluto almacenado. Había unas veinte mesas metálicas rectangulares ubicadas en el centro del lugar, distaba de ser penumbroso, tenía grandes lámparas fluorescentes en el techo de concreto muy asemejadas  a esas colocadas en los edificios gubernamentales.  Mas allá, se encontraba Javier en una pequeña cola humana cerca de un mostrador, donde una anciana atendía a los estudiantes. Todos se habían vuelto hacia mí, y precisamente Javier parecía algo preocupado. Compuse una sonrisa algo histérica y me encaminé hacia él.
Por el camino, estudie mis manos, estaban limpias, aunque un pocos húmedas, no existía nada sospechoso en ellas. Todo había sido un ilusión, estaba delirando, o me estaba volviendo loca. Que inoportuna desgracia.
Cuando llegue donde Javier él me abrió espacio en la cola. Algunos gruñeron pero no hicieron nada para protestar. Estábamos a escasas tres personas de llegar al mostrador.
—¿Te sientes bien Paola? Pareces salida de un triturador de bananas. –El tono de Javier estaba cargado de preocupación y burla. Inusual combinación.
Yo suspiré profundamente. Jamás le contaría sobre la ridícula escena mental que había tenido en el baño, ya imaginaba su respuesta “¿Es que no puedes ir al baño sin salir gritando de miedo?” Tremenda cobarde que se gastaba el pobre. Calculando que en unos cinco años el corazón recuperaría sus pulsaciones normales le respondí:
—Es que estaba perdida, y tuve que correr porque se agotaba el tiempo de receso… Gracias por hacer la cola por mi –Le guiñé un ojo, intentando que el tono tembloroso     que se había impuesto en mi voz con bastante potencia desapareciera de alguna manera—. No creo que hubiera logrado comer si tuviera que hacer la cola desde el principio, en serio… –Y sin poder detenerme, comencé a reír. Solté grandes carcajadas fuertes e histéricas, hasta que las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas y un calambre amenazaba atacarme el abdomen. Reí hasta que no pude hacer otra cosa sino llorar.
Mientras tanto Javier se mantuvo impasible observando la escena. Aunque yo no lo sabia, él había tenido la misma reacción, cuando comenzó su peor pesadilla el día que ingreso al reformatorio Tenebrarum.

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